La
profesora de psicología de la Universidad de Notre Dame Darcia Narváez, que se
especializa en el desarrollo moral de los niños, ha planteado como las
experiencias tempranas de la vida, pueden influir en el desarrollo del
cerebro; dice “Los resultados de vida para los jóvenes estadounidenses están
empeorando, sobre todo en comparación a 50 años atrás.”
Las
practicas sociales y creencias culturales de la vida moderna, impiden un
desarrollo emocional saludable del cerebro de los niños, fue el planteamiento
reciente de un cuerpo interdisciplinario de investigación presentados en
un simposio en la
Universidad de Notre Dame. La profesora Narváez continúa: “Desacertadas prácticas y creencias se han
convertido en algo común en nuestra cultura, tales como el uso de la leche de fórmula
infantil, el aislamiento de los niños en sus habitaciones o en la creencia que
una respuesta apresurada de sus llantos pueden volverlos consentidos”. Por el
contrario, otras prácticas de crianza común en las sociedades
cazadoras-recolectoras, dan como resultado adultos emocionalmente más sanos,
algo que ha llevado a muchos expertos a replantearse algunas de las normas
aplicadas a la educación de los hijos más extendidas en la actualidad.
Según Narváez, “Amamantar a los bebés, ser sensibles a su
llanto, tocarlos casi constantemente y el hecho de que haya muchos adultos
cuidándolos son algunas de las prácticas ancestrales de crianza que han
demostrado un impacto positivo en el desarrollo del cerebro, que no solo
conforma la personalidad sino que también ayuda al desarrollo moral y potencia
la salud física de los pequeños”.
Estudios
realizados han demostrado que atender las necesidades de los pequeños (por
ejemplo, no dejándolos que lloren hasta gritar) influye en el desarrollo de la
conciencia; que el contacto físico positivo afecta a la reactividad de los
niños al estrés e impulsa el control y la empatía; que el juego libre en la
naturaleza influye en las capacidades sociales y en la agresividad; y que un
conjunto de cuidadores (aparte de la madre) predice el cociente intelectual,
así como los niveles de resistencia IQ, el ego y la empatía infantil.
Pero la experta
alerta de que, al menos en Estados Unidos, estas prácticas se están perdiendo.
En la actualidad, los niños pasan mucho más tiempo en cochecitos y parques;
solo el 15% de las madres amamantan a sus bebés hasta los 12 meses; y las
familias extensas han desaparecido. Asimismo, el juego libre permitido por los
progenitores se ha reducido drásticamente desde 1970.
Ya sea por esta
razón o por otras causas, se está produciendo una epidemia de ansiedad y
depresión en niños de todas las edades, incluidos los más pequeños; han
aumentado las tasas de comportamiento agresivo y delincuencia infantiles; y se
ha reducido la empatía – base del comportamiento compasivo y moral - entre los
estudiantes universitarios, han demostrado estudios.
Sin embargo,
según Narváez, otros parientes o profesores pueden beneficiar a los niños, si
estos se sienten a salvo en presencia de ellos. Además, los déficits tempranos
pueden sanarse más tarde, asegura. “La
parte derecha del cerebro, que gobierna en gran parte nuestra auto-regulación,
la creatividad y la empatía, puede aumentar en cualquier momento de la vida.
Esta región cerebral crece con experiencias corporales –como los juegos de
pelea, el baile o la creación artística independiente-. Por tanto, en cualquier
momento, un progenitor puede realizar una actividad creativa con su hijo y
potenciar ese desarrollo del cerebro”, asegura.
Imagen bebé: Universidad de Notre Dame